489 correos sin leer y la moraleja para tu vida profesional
No recuerdo desde cuándo tengo una cuenta de Gmail.
Muy probablemente fue cercano cuando Google lo habilitó el 1 de abril del 2004 (según dice el Google search).
¿Cuánto sucede en casi 2 décadas? ¿Y cuánto podemos cambiar en ese tiempo?
La lección de vida vino patrocinada por mi bandeja de entrada personal: 489 correos sin leer.
(Si te está dando un ataque con solo leerlo, respirá y sigamos).
Mi esposo-quien me es mi balanza en la vida y también se paralizó ante la cifra-me dijo: “¿No será que tenés información que ya no utilizás o ni te interesa?
Y ¡bingo! En mi defensa, es la cuenta de correo personal que dejé de prestarle atención tras tener correo laboral.
Me percaté de que me llegaba información de todo: descuentos de tiendas de ropa y hogar, invitaciones de webinars, noticias nacionales e internacionales, cursos de todo tipo ante mi deseo infinito de aprender, recetas, y mucho más.
Los 489 correos me llevaron a pausar y cuestionarme: ¿Realmente quiero dedicarle tiempo y cerebro a todo esto? ¿Cuánto de todo lo que me ofrecen calza con quién soy actualmente?
Lo que vino después fue una especie de Marie Kondo digital: empecé a borrar, desinscribirme de listas, y no, todavía no he terminado.
La salud mental
La lección también me llevó a revisar mis redes sociales. Mi salud mental requería esa limpia de tantas fórmulas mágicas o tantas soluciones para todo en la vida - que me estaban desconectando de mi voz interior y de mis propias respuestas. ¿Te ha pasado?
La Marie Kondo digital llegó de nuevo con su escoba a barrer unas 50 cuentas menos de mi Instagram.
Sé que esto que digo me puede traer consecuencias -como que hoy considerés eliminarme de tu lista- (desearía que no, que más bien, compartamos esta sintonía en nuestra etapa de vida y que lo que escribo te aporte, pero si por algún motivo es lo contrario: asumiré que no tuvimos química y no hurt feelings).
¿Qué tiene que ver la limpia chamánica de correos y perfiles con tu vida profesional y personal-ya sea que tengás la bandeja de entrada full o limpia-?
Lo veo desde varias aristas, pero hoy ahondemos en dos áreas:
Tus niveles de confianza y autoconocimiento
El lunes publiqué esta frase en Instagram:
El mundo tiene muchos consejos, la sabiduría está en discernir cuál realmente conviene a tu única realidad.
La reflexión justo va detrás de toda la limpia de los últimos días y una segunda moraleja:
En el océano de contenido que nos rodea, nos puede empoderar o nos puede disparar la inseguridad.
Si sucede lo segundo, una razón es porque no calza con tu realidad, con quién sos.
Lo recuerdo con una clienta que me dijo que -días antes de tener una entrevista de trabajo- que se puso más ansiosa cuando vio que no cumplía con todo lo que un gurú decía.
Le consulté: “¿Todas esas pautas son afines a tu personalidad? ¿Te sentirías cómoda haciéndolo así?”
Su respuesta fue clara: “No”.
Yo también he caído en esas redes y, como coach y periodista, siento que mi responsabilidad aumenta en filtrar aún más las fuentes de información, porque de lo contrario: me perderé, me desconectaré de quién soy y no podré aportarte lo mejor de mí en mi trabajo o incluso a nivel personal.
Es una moraleja que la comparto con vos porque la base del coaching es recordar que lo que le funciona a una persona, quizás a vos no, de ahí que trabajamos en detectar qué te sirve para que tengás resultados y por eso que hay preguntas para indagar en tu propio terreno.
Por eso te pregunto:
¿Lo que consumís honra tu esencia actual?
¿Te aumenta la confianza o te dispara la inseguridad?
¿Te alimenta y guía hacia tus anhelos?
¿O cuando las ves, tu cuerpo y mente dicen: no soy suficiente? (Si esto es afirmativo, ¡red flag a la vista!)
Tu productividad laboral
La segunda parte es con respecto a tu productividad laboral. Según un artículo de Harvard Business Review, los profesionales, en promedio, revisamos el correo electrónico 15 veces al día o cada 37 minutos.
Además, estudios científicos han demostrado que puede tomarnos hasta 23 minutos y 15 segundos para recuperarnos por completo de cada interrupción.
Así que con esto no quiero decir que no leamos más correos, si no, cuestionarnos ¿cómo podemos ayudarle a nuestro cerebro a enfocarse más? ¿Sirve tener esa frecuencia de interrupciones? Es decir, te invito a que tomemos conciencia de cuántas veces revisamos el inbox.
Ahora, sé que a nivel de cultura organizacional eso puede ser un reto porque hay lugares de trabajo que no han terminado de darle “enviar” y ya te preguntan si viste el mensaje.
Como comunicadora lo que te puedo afirmar es que podés crear canales de comunicación con un protocolo determinado según la situación y eso agilizará la interacción y la productividad.
Te pregunto:
¿Las prácticas de tu equipo de trabajo ayudan a que esa comunicación fluya de manera asertiva y efectiva?
¿Tienen claro cuándo amerita tener una llamada, cuándo es un mensaje, un correo y cuándo es una reunión?
¿Cómo cambiaría la dinámica si hablaran de estos temas e implementaran esos protocolos?
Mi objetivo con todo esto es invitarte a: cuestionar, pausar y fluir. Celebremos lo que funciona, lo que nos hace felices y nos satisface y soltemos lo que no porque time is precious.