El segundo lugar: efectos nocivos de la perfección
Cada vez que eso sucede, no lo entiendo.
De hecho, ¡me dan ganas de meterme en la pantalla de la TV!
Te explico:
Cada vez que hay una final del campeonato de fútbol aquí en Costa Rica he visto un patrón que se repite. Rara vez la historia cambia.
El equipo ganador celebra en grande, el que queda en segundo lugar llora, se enoja y se esconde.
¡Ni qué decir cuando llega el momento de la premiación!
El segundo lugar debe desfilar primero, pero, en reiteradas ocasiones, noto que solo el capitán y, si acaso, el entrenador, suben al podio a recibir sus medallas de plata.
Las veces que sí ha desfilado todo el equipo, avanza como “trágame tierra”, incluso ¡se quitan la medalla de plata inmediatamente!
Como si fuera un insulto.
¿Acaso en las Olimpiadas vemos esto? ¡Suelen celebrarlo igualmente!
¡Hasta un país entero celebra cuando uno de sus representantes gana por primera vez una medalla olímpica (sin importar si es oro, plata o bronce)!
¿Cuál es la diferencia?
Que un grupo reconoce su esfuerzo, trayecto y celebra ese logro y otro no.
¿Lo has notado?
Yo sí, múltiples veces y esa misma cantidad de veces me he querido “meter en la pantalla” para transportarme al estadio y dar toda una charla de motivación al camerino del equipo “perdedor”.
Me indigna mucho porque pienso: ¡con razón estamos en una cultura tan perfeccionista!
Esconderse, no recibir la medalla de planta y delegar todo al capitán es reforzar ese perfeccionismo nocivo que no ve la mirada atrás ni reconoce el trabajo que implicó luchar hasta el último minuto.
Y digo indigna porque me duele pensar en el ejemplo que se le da a esos niños y niñas que admiran a los jugadores del momento.
“¿Se imagina que me meto al estadio y me tomo una foto con Mariano?” fue una frase de un niño sentado detrás mío, cuando fui el mes pasado al Estadio Nacional con mi esposo y suegra a ver en vivo a Saprissa versus Puntarenas.
“Mariano es un grande”- reiteraba tras cada pase.
Ese día me marcó.
¡Pensar qué responsabilidad tenemos socialmente en cuidar esos límites e indicadores del éxito para las nuevas generaciones!
Porque, si nos apegamos a lo que vimos en la última final de aquí en Costa Rica fue: “No vale nada quedar en segundo lugar. Eso es ser un perdedor”.
Los indicadores de éxito y reconocer nuestros esfuerzos inciden en nuestra salud mental, en nuestro autoconcepto y en seguir (o no) construyendo sueños.
Por ello, hoy te pregunto:
¿Cuál actitud estás tomando ante tu "segundo o tercer lugar”? ¿La de recibir con gratitud y entusiasmo la medalla de plata o bronce? ¿O lo tomás con rechazo y vergüenza?
¿La de ver la mirada atrás e identificar tu propio avance y el avance grupal (si hablamos del liderazgo en un equipo sea a nivel laboral o familiar)?
¿Con base en qué estás midiendo tu éxito, con base en tus indicadores o de los demás?
El éxito no solo es para quien llega al podio en primer lugar.
El éxito es para los valientes que lo intentaron, sudaron en cada partido y hasta el último segundo de la final.
Lo mismo pasa en la vida.
En algunas cosas lo lograremos más rápido, en otras no. Es parte de nuestro propio proceso (como lo hablamos la semana pasada).
Date un abrazo si hoy estás con la medalla de plata o de bronce.
También te has esforzado y vale la pena celebrarlo.
Si no sabés por qué, te dejo 3 razones para hacerlo:
Le diste vida a un sueño: No lo tiraste al olvido. Luchaste por él y ese mérito es absolutamente tuyo y de las personas involucradas en el proceso.
Confrontaste la procrastinación: El perfeccionismo es como la pareja tóxica de los sueños y, si se juntan, procrean la procrastinación, es decir, se postergan acciones porque nunca está “perfecto” alimentado por el temor. Así que, aunque no ganaras el primer lugar, ¡tomaste acción!
Tenés más experiencia: Lo que aprendiste en ese tiempo de cosechar y trabajar por el sueño te arrojó información y evidencias que no tenías antes tanto de vos mismo/a como de tu entorno. ¡Sos un ser más experimentado!
¿Ves que todo ha sido ganancia?💪🏻
A la distancia, yo te lo celebro.🥳