La papaya: respetar el proceso ajeno y propio

Ayer se me cayó la mitad de la papaya picada del topper.

Y lo que menos pensé es que el incidente traería una lección.

Pero, no de la papaya o del chasco. Sino, de respetar el proceso propio y ajeno.

Resulta que, Jackson, nuestro perro, llegó a casa en 2022 cuando ya tenía 2 años de edad. 

 Es decir, ya venía con gustos adquiridos de sus vivencias en la calle.

 Cualquiera creería que tiene la costumbre de que, alimento que se cae, alimento que él come. 

 

Pues no, es muy respetuoso y selectivo.

Yo llevaba dos años tratando de que comiera frutas, pero no lo lograba.

Hasta que el milagro sucedió ayer. 

 

La papaya tenía unos segundos en el piso. 

Él se sentó a la par y la observaba.Empezó a explorar hasta que se animó a lamer aquél cúmulo de cubos naranja.

Dudó, pero siguió. Se le resbalan y aún así intentó.

 

Confirmado: ¡le gusta la papaya!

Detrás de ese momento de risas con Sebastián (mi esposo), recordé una lección de vida: es necesario respetar el proceso ajeno y ¡propio!

 

Socialmente, nos hemos acostumbrado a insistir, a hacerle ver a la otra persona que algo es bueno solo porque a nosotros nos funcionó. 

 

No importa el tema: resfríos, ropa, comida, zapatos… la lista es interminable. 

¿Te ha pasado?

 

Y, si se trata del proceso propio, también puede estar inmerso en una energía de presión, cortoplacista, de ver resultados ya. 

 

Les comentaba que Louise Hay ha sido una maestra en mi vida en distintos flancos. Uno de ellos es esta frase de ella: “Impaciencia es resistencia a aprender”.

Yo solía bromear que estuve de última en la lista de repartición de paciencia previo a caer en este planeta. Y la vida me ha llevado a cultivar esa paciencia, especialmente, conmigo misma y hacia mis seres más cercanos.

 

Por ello, te comparto estas 4 lecciones para hacer más ligero el respeto del proceso ajeno y propio:

 

1. Soltar expectativas y abrazar el amor incondicional

Cuando estamos del lado de Jackson, es decir, todavía no estamos preparados para probar eso que nos insisten, puede ser frustrante y hasta sacarnos el enojo.

Respetar el proceso ajeno y respetar nuestro propio proceso es todo un maestro de tolerancia, perseverancia, comprensión y, especialmente amor incondicional.

¿Por qué digo esto último?

Porque cuando es un amor condicionado, queremos que las personas y las situaciones se den a nuestra manera porque consideramos que es lo “correcto”.

 ¿Pero, quién dice que solo hay una forma?

De hecho, ¡de ahí nace mucho sufrimiento! Especialmente cuando no se da como queremos.

Tener amor incondicional es aprender a soltar, es una renuncia a conciencia.

 

2. Tomar distancia

Para soltar, implica estar anuente a soltar el control y eso se facilita cuando tomamos distancia y nos cuestionamos hasta dónde llega nuestro margen de acción.

Para respetar el proceso ajeno y propio es necesario tomar distancia de eso con lo cual nos “obsesionamos”.

Ver la situación con lentes de “zoom out” porque nos permitirá ver más allá de lo que nuestro ego impone, nos ofrece una visión más objetiva en vez de subjetiva. 

 

3. Conocer los límites

Me dirás: entonces, si tengo una relación de maltrato en lo personal o laboral, ¿debo aguantar por el amor incondicional?

No, porque hay dos ópticas de amor incondicional: el que tenés hacia vos mismo/a y el que estás anuente a tener hacia otros seres porque realmente te aportan y construyen en tu vida.

Esta premisa aplica para todo: tanto en lo personal como en lo laboral. Y nos ayuda a conocer los límites propios y ajenos.

La comunicación en esto es fundamental para tener claro hasta dónde podemos llegar y hasta dónde permitimos que otros lleguen con nosotros.  

Y esa comunicación implica conectar con nuestra voz interna, así como conversar u observar a quien queremos respetar el proceso ajeno (aunque solo le falta que hable, evidentemente, con Jackson la comunicación es telepática y lenguaje corporal).

 

4. Explorar cuál es el apoyo real necesario

Cuando en un trabajo, una relación, una experiencia se quiere cambiar algo bajo un modelo porque “es lo correcto”, vale la pena cuestionarte: ¿qué dice tu amor incondicional hacia vos mismo/a? ¿Te sentís entusiasmado/a o asfixiado/a? ¿Hay un respeto y tolerancia hacia ambos límites?

¿Qué genera el entusiasmo y qué provoca la asfixia?

Si la asfixia nace por la preocupación “del qué dirán”, muy probablemente es un amor condicionado a la expectativa de los demás.

También, si es una asfixia porque estamos opacando nuestro propio brillo a costas de las exigencias de otro ser, es un amor condicionado.

 Conforme tomamos práctica, los resultados serán más llevaderos y ligeros.

 

Notarás cuánto has evolucionado y madurado porque responderás de una forma opuesta a como lo solías conllevar.

Creeme, lo digo a conciencia ante dos amores de los cuales aprendo en nuestra convivencia diaria: Sebastián y Jackson.💞

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Fabiola Domínguez

Soy una humanista, entusiasta, empática y eterna amante del aprendizaje continuo para fomentar la autorrealización personal y profesional.

Por ello, como life coach con énfasis en autoconocimiento y mentora en comunicación, te ayudo a elevar tu desarrollo personal y profesional.

Estoy certificada internacionalmente en Life Coaching y Manager Coaching. Durante 15 años me dediqué como periodista y comunicadora corporativa.

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