¿Es posible convivir en un mundo extrovertido cuando sos una persona introvertida?
En mi época de soltería, recibía una respuesta frecuente.
Parecía el método comprobado para la ruta del éxito hacia Cupido.
No obstante, a mí no me había funcionado.
En el fondo, me chocaba.
No me sentía cómoda pensando que ESA era la única solución para que el flechazo apareciera.
Mi diálogo interno se decía:
“¿Cómo yo voy a convertirme en alguien que no soy?
¿Para qué voy a fingir ser el alma ligadora de la fiesta?
¡Qué pereza salir tan tarde!
Si no lo hago, no voy a ser “normal” para mi edad”.
Para colmos, era la época en la que si cumplía con la receta mágica, solo tenía 3 cosas aseguradas:
Luchar contra el sueño y el mal humor por trasnochar.
Una melena ahumada a cigarros porque en ese momento no existía la ley de control de tabaco en Costa Rica.
Un zumbido incesante en los oídos por la música a todo volumen.
Ya conocerás la respuesta frecuente que me recetaban:
“¡Vaya a los bares a ligar! No ponga tanto filtro, mándese!”
Fui varias veces con amistades, pero no me animé a la gran misión.
Entre la botella de agua en mano, mi susto y mi energía repelaba a más de uno y mi mente de adulta joven insegura se decía: “Ves, nadie se fija en vos”.
En el fondo, mi alma me decía que debía existir otra fórmula que no generara tanta presión en mi sistema.
Lo existió y heme aquí casada.
No fue por los bares.
Me desentendí de las fórmulas de todo el mundo y tracé mis propios indicadores que Sebastián debió superar para que nos pudiéramos conocer en persona y coincidir con Cupido.
Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con tu superación profesional? Te lo explico.
1. El autoconocimiento:
En ese entonces, no entendía que era una mujer introvertida y, por naturaleza, no está en nuestro ADN actuar así.
Por lo tanto, sentimos que debemos calzar la zapatilla de Cenicienta porque sino somos “bichos raros”.
La paradoja es que, por tratar de calzar en esa zapatilla que no calzamos, tu sistema lo repelerá, la gente lo sentirá y espantarás a todos y tu autoestima bajará porque tu ego saldrá a flote creyendo que sos un ser “defectuoso”.
Pregunta: ¿Cuánto te conocés para detectar con facilidad qué te sirve y qué no por tu introversión o ambiversión en tu perfil profesional?
2. La comunicación:
Hoy me pregunto: ¿qué hubiese pasado si, en vez de recibir afirmaciones hubiese recibido preguntas?
Es decir, que esas conversaciones vulnerables, donde admitía que me costaba encontrar pareja, hubiesen tenido más de escucha activa y pregunta y menos habla.
Para nada hubiese caído mal que preguntaran: ¿Qué te gusta hacer? ¿Qué tal si encontrás ese amor en otro lado que no sea un bar? ¿Con qué tipo de persona querés compartir tu vida?
Creo que la historia hubiese sido más compasiva conmigo misma porque hubiese celebrado mis diferencias para no tener que calzar en lo que no soy.
Pregunta: ¿Qué preguntas podés hacerle a tu equipo, colegas y clientes para llevar el proceso más compasivo entre todos?
3. El liderazgo:
Mi liderazgo salió a flote el día que mandé al carajo el método comprobado y diseñé el mío propio.
No me importaba si funcionaba o no, solo quería llevar ese proceso con mucha más paz mental.
Pregunta: ¿Dónde podés marcar la diferencia y tomar decisiones fuera de la caja que beneficien al equipo y clientes?
Estos son los 3 ejes que trabajo en mis servicios de coaching y han demostrado resultados efectivos para profesionales que suelen ser más introvertidos.
Por eso, pronto te contaré de algo que estoy preparando que integra los 3 ámbitos.
Así que, si estás en cualquier proceso te recuerdo: es posible encontrar soluciones que se adapten a TU realidad sin forzar todo tu sistema a ser alguien quien NO sos ni querés ser.
Es posible convivir en un mundo naturalmente extrovertido cuando sos naturalmente introvertido/a.